lunes, 22 de marzo de 2010

}De entre las espinas se saca la rosa{

El replique de campanas anunciaba ya las 10 de la mañana y era hora de levantarse y adecentarse pues hoy en palacio había visita...unos grandes amigos de mis padres que venían desde Venecia...bonita tierra.


Pero en mis ojos no resplandecía la alegría por esta tierra que seria mi cárcel, mis palos y maderas a espera de una chispa de fuego que ardiera con todo lo que se hallaba en mi interior y evidentemente también con mi cuerpo.


Venían a conocerme a mi, y ya estaba en año de preparar un casamiento digno de mi familia, barajaron varias familias pertenecientes a Europa, pero la gran amistad que les unía con ésta familia les hizo decantarse por ellos, mis padres pese a todo me querían y no querían perderme, al menos intentaban que fuera de la forma menos brusca posible.

Apenas recuerdo su cara, jugamos de niños pero tras realizar mis estudios fuera de España... me perdí las visitas de tan apreciados amigos de mis padres.


Hoy me enfrentaba al peor día de mi vida, y casualidades que fuera el más importante.



Mi confidente y amiga , aunque sirvienta, Claudia, corría a toda prisa a prepararme un baño, mientras que yo desenrredaba mis rizos; cuando ya hube tomado el baño, Claudia comenzó a vestirme a toda prisa, en lo que la tuve que dar un alto y susurrarle -tranquila...todo saldrá bien y estaré perfecta para la ocasión, gracias a ti, no te sientas presionada...tranquilidad, Claudia (acariciándola una mano acompañada de una pequeña sonrisa)-El momento que más odiaba, cuando Claudia me ajustaba el corsé, siempre creía que no podría apretarme mas, pero siempre me equivocaba.


Mi madre mandó hacer un vestido digno de la ocasión, con el que por una vez estaba de acuerdo, fue la primera vez que mi madre me dejo cambiar algunos rasgos sobre la forma original de aquella vestimenta. Ya vestida por completo me dirigía a sentarme en el tocador, esperando que Claudia cogiera una Tiara, regalo de mi abuela, que tanto apreciaba y la colocara en mi cabello.


Lista ya por completo, Claudia me agarró de las manos y en un suspiró:

-Suerte, espero que tenga suerte.

-Si marcho de España para Venecia...vos series como mi ángel de la guardia, si vos queréis...

-si! -abrazándome sin darse cuenta de que podría estropear su trabajo, pero enseguida rectificó dando unos pequeños retoque para que todo estuviera en su sitio-


Abrí la puerta de mis aposentos, y me dirigí al salón con sendo tembleque en mis piernas...era tornar la esquina y estaría frente a todos...


Entre en el salón y todos se giraron en mi dirección...allí estaba él...apenas le reconocía...pero esos dos mares...hicieron que me perdiera en ellos...sin que el entorno estorbara en nada...sin que nada más existiera...


CONTINUARÁ